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domingo, 20 de junio de 2010

La odisea de decidir

A toda persona le surge al menos una vez en la vida una duda abrasadora, una disyuntiva feroz que sólo puede ser reducida por el gancho directo de una decisión no premeditada; una elección que te carcome la conciencia antes y después de haberla ejecutado, una elección que deja cardenales en lugares inaccesibles para el tic-tac sanador del reloj.
Este momento de máxima trascendencia no entiende de escenarios y atrezzo, puede producirse en el momento y en el lugar más insospechado.Y lo cierto es que la vida no es como la pintan en el cine ¿Cuántas historias de amor no se habrán consumado mientras en la acera de enfrente una rata tuberculosa se come una cabeza de pollo pelado o un indigente se mete una raya de coca?En la pantalla todo luce más bonito, y lo que la magia del cinematógrafo se encargó de convertir en un beso de ensueño, fuera de los focos no es más que la grotesca convulsión de dos lenguas que quieren dejar de pertenecer a sus respectivas bocas.
Este instante rabiosamente determinante se me presentó hace escasos días.
Un sudor frío descendía por los rápidos de mi espalda, los dedos de los pies se me encogían al ritmo percutido por un corazón frenético y empequeñecido, y comprimidos en la garganta...los cojones.
Estaba contra la espada y la pared, ¡y cómo acongojaba aquella espada y cómo quemaba aquella pared importada del mismísimo Tártaro! Me sentí estúpido y me encomendé a Dios.No.Miento, me encomendé a Dios y me sentí estúpido.
Pensé aquello de "from lost to the river" pero era vender mi vida demasiado barata, en el río que tenía frente a mí chapoteaban animosamente criaturas de la peor de las calañas.
Me imaginé en el cementerio del olvido: yo rodeado de poemas que jamás cruzaron las fronteras del subconsciente, yo abrazado a los tiernos y todavía calientes cadáveres de unos niños víctimas de la sinrazón de la guerra, yo haciéndole los coros a un trobador que nunca nadie quiso escuchar.Yo en la inmensidad.
Y cuando todo estaba perdido y la esperanza yacía muerta y cubierta de estiércol hasta las cejas, lo vi.De repente todo volvió a recuperar su sentido y añorada razón de ser,pude recordarlo: "Mi madre siempre las había preferido con alas".
Cogí la caja de compresas,pagué y me fui.

1 comentario:

  1. Te había dejado un comentario super guay y se me borró. Ahora te dejo este sólo para que sepas que te había dejado un comentario super guay y se me borró. jajajajaj

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